Tías, no puedo más. Así de claro. No pretendo culpabilizaros, pero necesito descargar el mogollón que tengo en la cabeza con respecto a ser vuestra madre. Y sí, sé cuál es el malestar que subyace detrás de esas peleas entre vosotras (los celos), y tenéis tiempos exclusivos con las adultas de la casa, se os escucha…blablabla. Llega un momento en que vuestros deseos,- y digo bien: deseos, que no necesidades-, arrollan las necesidades más básicas que podemos tener papá o yo. Y os chupa un pie. Y reconozco ese egoísmo absurdo y sé que no os puedo pedir otra cosa, porque yo he estado allí y solo veía la queja de mi madre y la mano de mi padre cruzándome la cara como una onda vital de Goku. Pero me tenéis hasta el coño. Y sí, no es lo más bonito, pero igual que os admiro y os amo, estoy hasta el mismísimo potorro (Dios, qué desahogo) de vosotras y vuestras quejas perpetuas, que parecéis mártires de Semana Santa.
Y, honestamente, en este estado no se puede disfrutar de nada. Cuando podemos hacer un plan de tarde juntas, a una de las dos os viene mal y si tenemos la osadía de cumplir el plan, a la que le viene mal se encarga de demostrar su desacuerdo de manera permanente hasta que te dan ganas de reducir la vida a cenizas y unirte a las ordas de Atila el Huno.
Y sí, encuentro la manera de deciros con honestidad, honestidad brutal, cómo me siento, porque si no exploto. Ya leeréis esto, en algún momento de vuestra vida, quizá cuando recordéis solo lo bueno, o cuando recordéis solo lo malo. Todo es cuestión de equilibrio. Y yo ya no sé si son los astros y la conjunción de Marte, mercurio retro o su puta madre, pero esto es insufrible. Me dan ganas de separarme para tener dos semanas de descanso al mes. Miguel y yo bromeamos sobre eso. En las barbaridades que se nos ocurren en este estado de supervivencia mapaternal, entendemos a la gente que mandaba a sus hijos a un internado (Ojo, estado de supervivencia mental, cuando la salud mental flojea es así), o el abandono de Hanssel y Grettel… o, que sí, que es una broma muy macabra, pero es que hay que estar muy cansada para hacerlas… y sí, las hacemos.
El humor es lo que nos queda para sobreviviros. Voy a recordar la frase «Tú no tienes ni puñetera idea de lo que es estar cansada» que recibí por parte de una de vosotras, la que revolotea en el pavo, toda mi vida. Porque no he sentido tantas ganas de poner un límite a mano abierta en toda mi vida. Y sí, amigas, en vuestro sueño de las maternidades, sabed que venís de una estirpe de intensitas e intensitos. Que lo que vienen siendo criaturas tranquilas… no es una cosa que caracterice a nuestra familia.
Y sí, sé que hemos llegado al punto álgido y que todo irá mejor. Porque he llegado a ese día en el que me da igual todo, en el que mi agotamiento mental, emocional y físico por vuestra arrolladora demanda en tiempos en los que delegar es muy difícil me ha dejado la paciencia en los huesos. Ese día en el que sueño con casas diminutas en medio del bosque donde sólo escuchar el silencio del zumbido de los insectos y las pisadas de algún animal y en la cual mi mayor preocupación es saber si tengo troncos para alimentar la lumbre dentro de casa.
Esto también es la maternidad, más a menudo de lo que me gustaría vivir. Y os escribo esto mientras un grita a una mosca y la otra ha encontrado su momento zen en el piano y sé que la calma se acerca.
A pesar de todo os quiero, a pesar de todo no os cambio, a pesar de todo sé que esto pasará y que nos quedará mucho bueno por disfrutar y sé que nuestras sombras son tan jevis porque nuestra luz es igual de inmensa. Pero hay que vivirlo para saber de lo que hablo y poder aguantar las ganas de matar cuando alguien te dice: «Pues no haberlas tenido» o «no te las mereces», frases que son fruto de una herida o de la estupidez humana y falta de empatía, no sé.
Os quiere infinitamente (aunque me tengáis hasta el coño y esté por unirme al club de la zapatilla): MaMá