El parto de Nora

Este es un post de «Entre apuntes y pañales», no me lo he querido dejar allí, como podéis comprender es algo que no puedo abandonar sin más. No lo reescribo, porque perdería completamente la perspectiva que tenía cuando lo escribí en su momento:

9.Mayo.2011 Escrita un año después.

Ya llevaba una semana fuera de cuentas, el gine me había asegurado que en cualquier momento…al cabo tres días me dió cita para provocármelo. A todo esto yo ya me sentía como un zeppelín, recuerdo que cada vez que quería ir a hacer pis por la noche me cagaba en todo cuando trataba de salir de nuestra nueva cama de biscoelástica…sí, se adapta al peso. Tenía que bascular las piernas y ni así, era un patético esfuerzo de escarabajo pelotero dado la vuelta. Desde ese momento no comprendo a los hombres que dejan crecer su barriga hasta que parece que están gestando trillizos. Y todo ese esfuerzo para un chorrito de nada.

 

Andando parecía que se me iban a romper los tobillos, me miraba al espejo y juro que no entendía como un cuerpo puede llegar a estirarse tantísimo. Andaba como un patito y se me caían los pedos literalmente, ni notaba que llegaban, con tantas sensaciones ahí dentro una no sabe cuando es  una patada, una contracción o un retortijón que precede a pedo marica.

 

Nos fuimos a casa de mis padres, y después de haberme tirado los dos últimos meses en reposo me acordaba de toda la familia de la gine que me lo mandó, engordé una barbaridad en esos dos meses…con lo bien que iba. La últimas dos semanas me dediqué a comer picante, andar maratones, a pasar con el coche por baches, a bailar, a dedicarme con papi. Nada, no había manera.

 

El sábado 8 me levanté con unos dolores de la leche, pero qué contentísima, «ya viene». Por la tarde la cosa parecía seria y nos fuimos al hospital y nos mandaron a casa con un centímetro y medio. Mi gozo en un pozo. Pues nada, yo en la pelotita de pilates sentada, intentando aliviar los dolores lumbares, pélvicos, perniles y todos los dolores habidos y por haber. Llega la noche y la cosa ya apuntaba maneras. Echaban una peli horrorosa, «La búsqueda», y con cada contracción yo cogía el mando de la tele y lo apretaba con la mano. Llegó un momento que le dije a Papi – Uf, nene, esta ya ha sido otra cosa, me han entrado ganas de arrancarte un huevo-. Así que nos fuimos a dormir para aprovechar lo más posible el descanso nocturno.

 

Aquí empezó lo bueno. Yo siempre había pensado en un parto natural sin epidural, en agua o algo así, me había leído páginas de doulas y creía en mi poder como mujer. A las 2.00 am perdí la fe. ¡Dios mío, qué dolor! Me ponía de pie, me agachaba al lado de la cama, me retorcía como una gimnasta, a ver si por casualidad había una postura en la que no doliese tanto, pensé en partirme un brazo, lo del mando ya no iba a ser tan efectivo, solo para desviar el dolor un poco…

 

– Cielo, vístete y haz la maleta que ya no puedo más, que esta tiene que estar a punto y si no lo está que se joda y salgaaaaaaaaaa (contracción)

– Mi amor, todavía son irregulares

– O te vistes y me llevas, o te vas tú primero pero en ambulancia (en plan niña del exorcista). Ufffff, Uffff (contracción) Irregulares su p. madre, lo que pasa es que no paran. Llevameeeeeeee.

 

Nos vestimos, cogemos las maletas y nos vamos. Un bache, otro bache, contracción- NO SABES CONDUCIR, DALE CAÑA A ESTO- tranquila mi amor, que ya llegamos- FFFFF, UFFFFF, UFFFF

 

Yo a todo esto, contenta por dentro, pensaba que llegaríamos y una enfermera me llevaría en silla de ruedas a la habitación, un médico sonriente vendría a decirme «ya casi estamos» y en un ratito tendría a mi hija en los brazos. La realidad. 3.00 am, un recepcionista lee una revista a la luz de una lamparita y el resto del hall está a oscuras. Entramos los dos:

 

Recepcionista: Buenas noches en qué puedo ayudarles

Yo, cogiéndome la parte baja del tripón, con un  moño medio desecho y resoplando: Hemos venido a cenar, no te jode.

Recepcionista con cara de acojonado: Aviso a la matrona, bajen por esas escaleras.

 

¿Bajen? ¿Y mi silla de ruedas? Bajo como puedo las escaleras muerta del dolor. Papi espera fuera y a mí me mete a monitores una matrona muy maja. Yo sola en monitores, todo en silencio y encima no tenía que hacer ruido…Suerte que llevaba una pelotita desestresante en la mano. Mmmmmfffffff, intentaba hacerlo en bajito mientras quería que me arrancasen una pierna. Llega la tía 20 minutos después. – Pues parece que empiezan a ser fuertecitas.-¿De verdad? Nora necesitaba azúcar y me dio un zumo.

 

Subimos a la habitación, solo estaba de dos centímetros, ¿cuatro horas de dolores y nada de nada? No había roto aguas todavía y me estaba muriendo de dolor. Me puse un camisón, me quité los cascos de moto que utilizaba de sujetador (uff, qué incómodo. Ya en la habitación acepté que necesitaba drogas y lo hice saber sutilmete- DILES QUE ME PINCHEN YA, QUE PAREN ESTO, QUE ME LA SAQUEN-. Entonces vino una tía con un enema, me acordaría de ella en el mal sentido hasta ocho meses después, tiempo que estuve sangrando cada vez que iba al baño, mientras me repetía como un mantra «si he parido, puedo cagar». Eché en el baño todo lo que tenía dentro, todo menos Nora, claro. Ahí me temblaba todo el cuerpo del dolor que tenía y hasta Papi me decía – ahora vienen, ahora te la ponen, te la tienen que poner-.

 

A las 5.00 am, vinieron a por mí, otra vez sin silla de ruedas.  Yo agarrándome a las lámparas de pasillo y mientras pensaba que eran horrorosas decía – spera un momentito que tngo una cntrcción (no , no lo he escrito mal, esa es la entonación), ffff, fffff, uuuufffffff. Y por fín llegamos abajo, después de insultar de nuevo al chaval de la entrada y preguntarle que si no tenían sillas como en las pelis.

 

El anestesista me esperaba. Tres pinchazos hasta que me pusieron la vía. Contracciónes, enema, tres pinchazos ¿Algo más? Y tanto. La epidural en medio de la espalda por mis hernias discales. Un señor al que llamé H de P y tres segundos después pedí perdón. Me anelgesiaron, sí, anelgesiaron. Ahora sentía los achuchones de mi cuerpo como una molestia, pero el dolor infernal había desaparecido. Habría besado a ese señor, pero después de insultarle en tres ocasiones se fue raudo y  veloz. Msm a abuelos y tíos a las 6.00 am para avisar de que estábamos dentro.

 

Ya en nuestro cubo de dilatación nos pudimos «relajar». Al rato me rompieron la bolsa y me pusieron oxitocina porque seguía dilatando lentamente y a las tres horitas empecé a tener ganas de empujar y me dieron el visto bueno. Allí estábamos papi y yo solitos. 1, 2, 3…14 (no, no estábamos con Bono, acorto la cuenta, jiji) venga, descansa, a por otra, 1, 2, 3….A las 10.45 am llega mi gine y una matrona majísima me quita el goteo de epidural y  me llevan al paritorio.

 

-Venga, venga, venga, empuja, empuja, empuja (como 14-15 segundos) descansa. Muy bien, eres una campeona.

– La matrona intentando darme de sí el «bujero» me dice: Tienes la vagina muy dura (claro, tanto acojonarme con que iba a perder la forma en el suelo pélvico que me flipé con los ejercicios de kegel ahora tengo una vagina culturista, por lo menos tenía algo duro)

– empieza a empujar

 

Panorama: Papi en la cabecera  para evitar ver sangre (tenía miedo a desmayarse), Matrona encima de mí con el puño haciendo fuerza para ayudar en los pujos, yo intentando cagar al meloncete y la doctora jaleándome y animándome como si fuera una cheerleder.

 

Después de la media hora y pico más dura del mundo (para mí):

 

Gine: ¡Venga! que no quiero cortarte

Matrona: Espera, no cortes, que lo consigue

Gine: Venga, haz un esfuerzo que si no tengo que cortar

Gine: ¡Ya tenemos la cabeza!

Papi: Mierda, he mirado

Gine: ¿Quieres verla?

Yo: No, ya lo veo por el techo (había algo de metal y lo veía todo)

 

Gine: Un hombro, otro hombro, cógela por los sobaquillos, qué rubia…

¿Rubia?

 

Terminé de sacar a Nora, me miró y suspiró (esta imagen no la olvido, qué tranquilidad tenía. Y un 10 en el test de Apgar). Estuve en shock tres días de visitas interminables que empezaron a las 12 de la mañana. No pude descansar hasta que llegamos a casa. Esto lo haré diferente la próxima vez.

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Por lo demás quise mandar flores a mi gine, solo dos puntos en mi primer parto. La verdad es que me gusta cada mes más. Hace un año no podía imaginar lo que mi vida iba a cambiar gracias a Nora. Pero cada besito y cada sonrisa mejoran el día día de una manera que jamás hubiera imaginado. Es genial ser mamá.

 

 

Nota: Con el desgarro que me hice fueron tres puntos por dentro y tres por fuera…tardé unos cinco-seis meses en volver a poder colgar el cartel de «sitio de recreo».