Hace una semana que escribí este post, pero creo que si sigo sin publicar se me amontonan y no avanzo, así que…¡Feliz lunes!
Paso por aquí con las placas más verdes y desagradables que han poblado mi garganta. Y será la fiebre, los delirios o la sobredosis de infusiones. Será que estar enferma me ha dado la oportunidad de dormir más de lo que lo he hecho en los últimos años. El caso es que metida en la cama, sudando como un pollo, oliendo a choto y sin niñas, leyendo sin parar, durmiendo y alimenándome a base de sopa de pollo e infusiones de orégano con limón, he llegado a varias conclusiones sobre mi vida, mi casa mi maternaje.
Hoy trato la primera: Estoy hasta el jopo, jopito, jopete de las discusiones de hermanas que se traen mis retoñas, tanto es así que un día las dejé liarse a cojinazo limpio (de esos de suelo, más tiesos que un futón) tras negarse la mayor a dejarle un pintabios de Elsa a la pequeña. La pequeña (dos años y pico), con cara de mala leche (muy, pero que muy mala leche) agarró el asa del cojín naranja y, cual lanzadora de peso, ladeó su cuerpo, giró 45 grados más su tronco y giró el cojín hasta que cogió fuerza y colisionó contra la cara de la mayor.
Nora cogió el naranja (mientras yo contenía el pis de la risa que intentaba disimular) y le devolvió el cojinazo. Y yo ahí, debatiéndome interiormente, con la imagen de mi hermana (la acompañante de escuelita) diciéndome: esto es agresión, ¡páralo! Y mi yo hijaputa y vengativa con mochila de esas emocionales de zapatillazo, después de un día de pollos por camisetas, muñecas, turnos de baño, comidas «que saben a caca» y sitios de sofá, observaba cómo sus criaturas se zumbaban cual luchadoras americanas sin la más mínima intención de mediar.
Ahí me di cuenta: nena, esto de la crianza respetuosa te sobrepasa por momentos. Me sentía la peor madre del mundo. Y es que cuando dos criaturas a las que has parido, quieres con el alma y crías en el amor y el respeto cumplen su papel de niñas y se pasan el santo día peleándose por todo, untando yogur (por necesidad) en sus camisetas/mesa/pantalones, gritándote, chillando, jugando a la profesora cabreada (cualquier día me llevo de cerves a los pobres muñecos, castigados de sol a sol), quejándose de todo, desordenando… En fin, te lleva a la conclusión de que tienes que tirar media casa empezando por los malditos pintalabios de Frozen y los bolsos que la familia no quiere y les da a las niñas «con la mejor de las intenciones»(no lo pongo en duda) y por los cuales se pelean constantemente.
Soy consciente de que es lo «normal», todos los hermanos se pelean, cosas de la convivencia. Es, sin duda, lo menos molón de ser bimadre. Soporto el desorden, las carreras, los vasos que se caen, el cacao en polvo por el pasillo, cereales voladores. Todo, menos las peleas y es que ocurren el 75% del tiempo. Voy a hacer todo más sencillo para ellas y para mi. El padre de las criaturas lo notará de 7.30 a 9 de la noche a diario y los fines de semana.
Y es que hay veces que cuesta mucho, muchísimo no mandar a Rebe, Carlos, Rosa, Dorothy y compañía a hacer puñetas. Pero la maternidad consciente es lo que tiene, que eres consciente de lo que supone cada comportamiento que tienes para con tus hijas y aunque quieras hacerlo, no los mandas a freír espárragos porque te han abierto una ventana a una visión de futuro de libertad real.
Así que empiezo ya con la regeneración de nuestro espacio vital para buscar una nueva energía familiar, mística que es una, y lo primero ha sido preguntar a Nora si no creía que Twyla, la muñeca manca, había trabajado suficiente en esta casa, que se acercan las Navidades y tienen demasiadas cosas que no utilizan. Para mi sorpresa, Nora le dio las gracias por los servicios prestados estos últimos dos años y medio, incluyendo comerse sus pesadillas y la dejó con cariño en la bolsa de basura junto con un montón de juguetes que ya no sirven ni para otra tanda de jugadores.
Y ahí acaba lo que escribí antes de los terribles acontecimientos de París. Podría escribir un post sobre lo que he llorado, cosas que se me han pasado por la cabeza, la palabra «guerra» retumba por dentro, pero voy a apostar por la esperanza, por el amor y no por el miedo.
Que tengáis una semana maravillosa, haced cada día algo que os haga inmensamente felices por un rato: comeros un pastel, pintaros los labios, dad un abrazo, jugad, corred, reír, cantad a voz en grito desafinando, mirad durante media hora a vuestros retoños, acariciad a vuestro gato, perro. Lo que sea. Porque la vida hay que celebrarla, cada día es un regalo.
Myriam Gomez Olalla
Cómo me gustan tus posts. Me siento identificada contigo, aunque dé señales de ello muy de vez en cuando, porque me gusta poco exponerme y, poco a poco, he ido diciendo adiós a facebook, a twitter… etc. además de dar cada vez menos señales en mis blogs… (Supongo que la oposición en la que me he metido también merece aquí una mención, no vamos a restarle protagonismos). Pero decía que me siento identificada porque, aunque aún no tenga (pero he de confesarte que cada vez tengo más ganas) niños, en el fondo eres una chica de mi edad que nos planteamos eso de la «regeneración» y el «volver a empezar», creo que más veces de las que nos gustaría. Y, también, dejar lo urgente por lo importante, como muy bien has descrito en el último párrafo. O hacer cosas porque, a pesar de no saber muy bien a veces dónde tenemos la cabeza, cada vez estamos más seguras de nosotras mismas y nos conocemos mejor: como esas puntas moradas, esos tatuajes, comer vegano o cualquier otro detalle de esos que acaban por definir a las personas. En fin, hablo por hablar. Mucho ánimo con tus placas y con las peques.
Maria
Gracias por tus palabras! La verdad es que no sabría decirte si eso es inconformismo o volatilidad, jajajaja. Mis padres tienen esa frase de: «A ver cuando sientas la cabeza con algo» que siempre me sobrevuela. Pero es que una casa es un espacio vivo en el que viven personas que evolucionan. Yo siempre tengo un nosequé que todavía no he encontrado. Lo del pelo y demás… pues más de lo mismo, «algún día se te pasará». La vida.
¡Me he perdido lo de las oposiciones! Y ¿África? Un besote linda! No desaparezcas del todo!
Mi Álter Ego
Nunca me he visto en la situación, claro está, pero imagino que hay veces en que el cansancio tiene que conseguir que digas «mira, déjalas, ya se apañarán entre ellas». Jajajaja.
Un besote y toda la razón en que hay que aprovechar al máximo, que nunca tenemos nada garantizado.
Maria
Jajaja, sí. Pfff, lo peor es que eres consciente de que tendrías que parar el asunto, pero has llegado a un punto que dices: a lo sumo una brecha… jajajaja. Un besote!
hirosakicrea
«Gracias por los servicios prestados» jjajajaja me ha matado!!
Mis niñas se van a llevar lo mismo que las tuyas, miedo me da!!! Voy guardando paciencia desde ya?
Maria
Jajajaja, sí. Siempre hay que ser agradecido. Jajajaja. Bueno, entrarás en otro plano de estrés desconocido hasta ahora y de caramelización a ratos. Ánimo! jajaja. Un besete!