El parto de Vera

Este también me lo traigo. Tampoco lo reescribo, porque lo hice muy reciente y me gusta freshco.

 Escrito tres días después del parto

 Lo harta que estaba de pasar noches con contracciones y tal lo sabéis de sobra. Los últimos monitores, el jueves 24, a dos días de cumplir, otra vez, ni una contracción durante la monitorización. Y otra vez cita para la semana siguiente. Estaba como de dos centímetros con el cuello blando y le pedí que me hiciera la maniobra Hamilton, si Vera quería salir saldría, si no…pues la maniobra fracasaría (esto es si el parto no comienza durante las 48 horas siguientes). Nos quedamos en casa de mis padres por si las moscas…Nada de nada.

 

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El domingo nos fuimos a dar un paseo larguísimo papi y yo. Por cierto ¿cómo puede ser posible que en todo un barrio nuevo del norte de Madrid no haya una panadería que no sea un chino? Después me pasé el día destrozada. Y ya me rendí, como llegase al miércoles me ponían cita para provocar. Noté a Vera rara, se movía muy a lo bestia, pero no tenía ni una contracción. Bajamos a Nora a la pisci. Me duché. Me fui a la cama a las 23.00 cansadísima y fastidiada por la ausencia absoluta de signos de parto (de los que yo había conocido con Nora). Solo una diarrea bestial, pero nada más.

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 A la una me levanté a hacer pis…nada. A la una y media otra vez. A las dos otra vez pis…a las dos y cuarto me hago un poco de pis en las bragas. Voy al baño, esto nunca me había pasado, me cambio. A los cinco minutos con otro movimiento de Vera me «meo» otra vez. Despierto a papi. «Niño, que no sé si me he meado o estoy rompiendo aguas por fascículos». «Vale», se da la vuelta y sigue durmiendo, «ven al baño y me ayudas a decidir si es pis o no». «Vale»…yo espero en el baño…Otro movimiento de Vera y sale agua con sangre. «Nene, despierta»…»M ¡Qué estamos de parto!». ¿Pero tienes contracciones? Nooooo, he roto aguas y van con sangre…no sé si eso es normal, vamos.

 Nos vestimos. Papi va poniendo bolsas en la puerta, aviso a mis padres. Nora se despierta. «Mamá ¿dónde vas?» «Nora, mi vida, nos tenemos que ir porque Vera ya ha decidido salir». ¿Pero luego vienes? Por la mañana vienes tú a verme y luego son dos noches que mamá tiene que estar en el hospital. Solloza «¿puedo ir contigo?». «No mi amor, no puedes». «Ojalá pudiera ir contigo. Te quiero hasta el infinito». Lloramos las dos. «Y yo a tí mi niña». Viene mi madre a nuestra cama, se acuesta con ella y Nora se abraza a ella y llora, pero sin decirme que me quede.

 En el coche empiezo a tener contracciones, cada vez son más fuertes, solo se distancian en unos 30 segundos. A la décima ya he decidido que quiero la epidural. Dios mío, qué dolor. Intento respirar, me acuerdo del mantra…sooooooo haaaaaaammm. No, no funciona.

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Llegamos. Nos mandan esperar a la matrona. 40 minutos después de subir a la primera planta…cuando ya mis sonidos para afrontar las contracciones tan seguidas se oyen por todo el edificio, y la de la entrada haya llamado a la matrona cuatro veces, aparece una rubia borde medio sobada y me monitoriza. Me hace un tacto que me mata (mi gine no me ha hecho nunca tanto daño, ni con la Hamilton). «Pero si solo estás de dos centímetros y todavía tienes cuello. Pues no es para que te quejes como lo estás haciendo, ni siquiera tienes la tripa dura«. Te dejo otro ratito más.

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Ya no hay ni 15 segundos entre contracción y contracción. Necesito moverme, no soporto el dolor tumbada, necesito moverme. Encuentro alivio colgándome de los brazos de papi a pulso. Mis quejidos a boca cerrada empiezan a no serlo tanto. A partir de ahora entended mi vocabulario. «Cielo, la leona, la loba y la mamífera se han ido con su puta madre ¡quiero la epidural ya!». Respiro, intento acordarme de las respiraciones, relajarme, no funciona, necesito moverme. Te vamos a bajar ya, solo por lo que te quejas (Querida, me pareces una hija de puta teniendo en cuenta la situación). Papi le dice: Conociéndola como la conozco le tiene que estar doliendo mucho. Le quiero.

 Me bajan sola. La tía me dice que me desnude y se pira, no me deja ni camisón ni nada. Me siento muy vulnerable estando desnuda en una habitación tan fría. Otra contracción. No necesito gritar tanto, me acaricio la tripa sin parar, respiro, me conecto a Vera. Me trae el camisón y me hace tumbarme. Me pone la vía y el suero para la epidural. Me dice que tocándome la tripa me estoy provocando contracciones, que pare. Me da igual, me lo pide el cuerpo. Me hace sentarme a esperar. Empiezo a gritar, me sale desde abajo, duele, pero el sonido que emito me alivia. El anestesista me dice la postura, pido perdón por los gritos y explico que si no me puedo mover necesito gritar. Me vuelve a llamar quejica la rubia del principio, ya me la trae al pairo. He sido educada, pero este es mi parto y grito si me sale del pie. Me quedo quieta. Me pincha. Otra contracción. Grito, no me tenso, no llevo tensión a ninguna parte de mi cuerpo, porque a pesar de no moverme nada el grito me libera del dolor.

Parece que empieza a funcionar. Viene papi. Me relajo un poco. Las contracciones no dejan de doler, pero no necesito gritar. Hazme foto. Pasan unos 45 minutos. Estamos solos. Rellenamos los papeles para donar el cordón. No bajan la luz y me empieza a molestar otra vez. Empiezo a tener ganas de empujar, empieza a doler mucho. Necesito volver a los «mmmmmmmm». Llama a alguien, voy a empujar poco a poco. Me acuerdo de todos los partos naturales que he leído, los post de «el parto es nuestro». Empujo despacito, para que el perineo se me vaya haciendo. Empujar me alivia, ya no necesito gritar. Jimo. Empujo. Siento muchísima presión.

 Viene la rubia incrédula. Ah, pues sí. Estás casi. No empujes, todavía tienes borde. Mi cuerpo me lo pide, me da igual lo que me dice, ya hace rato que he decidido escuchar a mi cuerpo. Se va. Me agarro las rodillas, necesito empujar. Empujo. Viene la otra asquerosa, me vuelve a decir que no grite. Deciden llamar al gine (un poco tarde ¿no?). Literalmente me dice la morena: Ahora cierra las piernas y deja de empujar. La mando a la mierda y sigo empujando despacio cuando me lo pide el cuerpo. 

 Me cambio de camilla. Me llevan a quirófano. Me tumban en una camilla más dura aún y no dejan que papi pase conmigo todavía. El quirófano está frío, empiezo a temblar helada. La tía sigue diciéndome que no lo entiende, que tengo la tripa blanda. Hablan de su fin de semana. Me vuelven a decir que no grite, que voy a despertar al personal. Llega el gine y las regaña, me hace un gesto de cariño y me roza la mejilla. Llevan tanto rato tratándome mal que me entran ganas de llorar de recibir ese gesto. Me dice que empuje lo que quiera. Me colocan la camilla y levantan la espalda…mucho mejor. Recuerdo que avisen a papi. Empujo y el grito cambia, viene desde dentro. Algo animal, visceral, instintivo me invade. Empujo y grito. Me dicen que me agarre a unas barras, me agarro. Empujo y grito. «No grites», la rubia. «Saca los codos». «No grites». Me coge los codos para que los saque. Esa es mi postura. Vuelve a intentar moverme. «¡Que no me toques, joder!». Creo que he sido muy educada hasta ese momento, conozco mi cuerpo y no quiero cambiar la postura. Siento que me abro en canal. Empujo y grito. El gine me dice que estupendo. Me duele el culo. De pronto siento alivio, me ha cortado un poco y se lo agradezco. Siento como sale la cabeza. Duele, mucha presión. Empujo, el grito baja de intensidad, ya no es desgarrador. Siento paz. Tengo a Vera encima. No me lo creo. La toco, la tengo de espaldas. Calentita. La cojo. ¡Es morena! Es preciosa, llora con fuerza. Lloro con ella. Otra contracción y alumbro la placenta. Tengo a mi niña. Es preciosa.

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 Se la llevan. No lo entiendo. El gine me pone dos puntos. No me he desgarrado. Papi me da un beso y me dice lo bien que lo he hecho y las ganas que tiene de pegarle una leche a la rubia borde. Me traen a mi niña. Me jode mucho que se la hayan llevado. Es una pasada. Se parece muchísimo a su hermana. Siento amor a primera vista. Ha salido a las 6.50 de la mañana. Ya estamos juntas. Nos suben a la habitación. Ya somos cuatro. Me siento con unas energías increíbles. Me alegro de haberla parido sintiéndolo todo. Me alegro de haberme hecho caso a pesar de las matronas y haber hecho lo que me pedía el cuerpo a pesar de unas profesionales que deberían estar rellenando papeles y no atendiendo a parturientas.

 

Repetiría mil veces. ¿He dicho ya que estoy enamorada de mi niña?

 

 Nota: Repetiría mil veces este parto. Los dos puntos que me dio fueron de cirugía plástica, los hizo como por dentro, a penas se nota la cicatriz, a los quince días estaba como si mi vagina solo hubiese tenido un parto y pude colgar el cartel de «sitio de recreo muchísimo antes». Ellas ya no se parecen mucho, creo que se me pareció por lo feas que salen, ;P.